29/7/11

Adán y Eva

Cuando nacemos, somos expulsados del eterno paraíso para ser traídos al plano físico. Llegamos con los ojos cerrados a un mundo muy bien construido, donde cada pieza está en su lugar, jugando el papel que debe jugar. Desde pequeños se nos instruye acerca de la verdad y la mentira, del bien y del mal, del cielo y el infierno, del blanco y el negro; fuimos perfectamente programados para creer que ésta es la ley Universal, dejando en la inexistencia cualquier otra posibilidad. Se nos enseña cuando, donde y como debemos sonreír o llorar. Deciden en nombre de nuestro organismo lo que nos es benéfico y lo que nos es dañino. Se nos asignan números de identificación, y un rol dentro de la sociedad muy bien especificado. Se nos imponen mandamientos, y el castigo divino por nuestros pecados, estrictamente alineados. Nos administran medicamentos fabricados por los mismos que crean la enfermedad. Nos educan a base de miedo, ansiedad y frustración, convirtiéndonos en productos con fecha de caducidad y escasa eficiencia. Somos programados bajo el conformismo y las necesidades consumistas. Se nos instala el temor a la muerte, para luego proclamarse salvadores de nuestras almas en pena. Se nos altera la vulnerabilidad para procrear cuerpos indefensos, y personalidades trastornadas. Nos predican la individualidad, jamás la unión. Se nos induce a llegar a la meta, sin importar cuál sea el camino para alcanzarla. Somos aprisionados a cuatro paredes imaginarias, torturando a todo aquel que pretenda escapar. Se nos emiten juicios y condenas, ocultando siempre el veredicto real. Nos convierten en personas, y luego en robots. Nos apelmasan el cerebro de estándares y cánones, de cantidades absurdas de información inútil. Nos inculcan el terror de sobrevivir cada día al hambre, la pobreza, el crimen. Somos enlistados bajo la clasificación de enfermedades mentales, y nos forman en filas interminables. Somos desvalorizados cuando se nos puso un precio, igual que al tiempo. Nos muestran las diferencias, pero nunca las similitudes. En el proceso de educarnos, se nos deseduca, para que no surjan las interrogantes, para no ser sorprendidos por supuestos farsantes.
Pero se olvidaron del derecho divino a la libertad, aún cuando nos aten de manos y pies. Se olvidaron de borrar nuestra huella evolutiva, el alma, igual en superioridad, distinta en genialidad; lo único que nos llevará al final de éste camino, para emprender uno de regreso a casa, ésta vez con la plena conciencia de habitar el paraíso.
Todos vamos hacia el mismo lugar, pero algunos tardarán mucho más en llegar.

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