

En los alrededores de Nueva York se localiza la isla Ellis, que a partir de 1890, y hasta 1954, acogió y despachó entre sus frías paredes a mas de 11 millones de pasajeros, cargando entre sus venas el "sueño americano", cada uno con un destino diferente, pero todos juzgados por su supuesta apariencia. Los posibles malhechores, vividores y disturbadores de la paz, eran encarcelados o regresados a su país, a fin de cuentas, separados de sus familias.


Es increíble que hoy en día, y encima alardeando de ser un país "desarrollado", esa tierra "americana" que se formó de la diversidad, resulte pertenecer a unos cuantos, y que el "extraño" sea objeto de duda, o que se dicten y aprueben leyes puramente racistas. Una tierra que desde sus inicios fue colonizada, y después habitada, por miles de inmigrantes. Una tierra donde sus nativos fueron apiñados en reservas como piezas de exposición.

Esa tierra que es ahora una de las mezclas más heterogeneas, que es trabajada tras bambalinas por esos muchos señalados y perseguidos, y que está falta de tolerancia y sobrada de ambición. Una ciudad no es de sus gobernantes, si no de la gente que le da vida. De los que la sudan y la engrandecen.
