Dormida di un salto a aquél árbol de ramas amarillas, que daba sombra a la esquina del patio. Las catarinas volaban, una tras otra, hasta llegar a la nube más alta. Al fondo un grillo cantaba su canción.Era la niña de pelos necios y rodillas sucias de lodo. Bailando entre estrellas al ritmo de una melodía sorda. Vueltas y más vueltas hasta caer al piso mareada. Y de pronto, el cielo también daba vueltas con ella. Volaba hasta la Vía Láctea, donde todo lograba observar, e imaginaba que más podría haber al otro lado. Pensaba en la posibilidad de que todo fuera al revés. Los mares en el cielo, y las nubes en la tierra; los pies en los brazos, y las manos en las piernas; el corazón de fuera, y la cabeza por dentro; el sol para l noche, y la luna para el día; los blancos, negros, y los rojos, amarillos; una religión terrenal, y una unión celestial; nacer viejo, y morir joven.
Se preguntaba qué pasaría si el universo colapsara en un segundo, ¿quedaría solo polvo flotando en un hoyo negro?, ¿o se volvería a formar vida al segundo siguiente? ¿Estaría ella de vuelta, para ser parte de la creación? Tal vez una semilla en el suelo, o una molécula de agua. Una nota al aire, o una canción entera.
Y de pronto, desperté.
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